Senderismo en Bom Jesus do Monte: El desafío espiritual de los 577 escalones

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Braga, la ciudad más antigua de Portugal, esconde entre sus colinas uno de los destinos de peregrinación más emblemáticos del país: el Santuario de Bom Jesus do Monte. A principios de noviembre, cuando el aire comienza a enfriarse y las hojas de los árboles tiñen los caminos de tonos dorados y rojizos, emprender la subida por sus 577 escalones no es solo una caminata física, sino también una experiencia espiritual y estética única. En este artículo, te llevamos a descubrir cada rincón de este sendero barroco, ideal para los viajeros que buscan mezclar historia, naturaleza y contemplación personal.

Introducción a Bom Jesus do Monte

Situado a unos 5 kilómetros del centro de Braga, el Santuario de Bom Jesus do Monte (Buen Jesús del Monte) es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2019. Su historia se remonta al siglo XIV, aunque la construcción barroca que hoy conocemos comenzó en el siglo XVIII. Su elemento más característico es la Escalinata Monumental, un complejo conjunto arquitectónico y simbólico que representa el ascenso espiritual del alma hacia Dios.

A diferencia de otros monumentos religiosos, lo que hace único a Bom Jesus es que la subida es parte integral de la experiencia. No se trata simplemente de llegar al templo, sino de recorrer cada peldaño, detenerse ante las capillas, respirar el aire húmedo del bosque, y observar cómo el alma, al igual que el cuerpo, se eleva con cada paso.

El clima en noviembre: Un momento perfecto

Noviembre en Braga marca el inicio del otoño tardío. Las temperaturas suelen oscilar entre los 8°C y 17°C, lo cual hace que la caminata sea mucho más llevadera que en los meses de verano. Además, la humedad matinal y la niebla ligera que a veces envuelve la colina le dan al sendero una atmósfera casi mística.

Es recomendable salir temprano, alrededor de las 8:30 o 9:00 am, cuando aún hay poca gente y el sol comienza a calentar suavemente. No olvides llevar un chubasquero ligero, ya que las lluvias otoñales pueden aparecer sin previo aviso. Un par de zapatillas con buen agarre es imprescindible: los escalones pueden estar resbaladizos por el musgo o la humedad.

La ruta: Un viaje simbólico en 577 escalones

1. Inicio en el nivel inferior: La fuente y la entrada

La caminata comienza en la base de la colina, donde una gran fuente marca el inicio del sendero. Aquí se encuentra la Fuente del Pelícano, símbolo del sacrificio cristiano, ya que el pelícano es un animal que, según la tradición, se abre el pecho para alimentar a sus crías con su propia sangre.

Es el primer recordatorio de que esta no es solo una ruta física, sino también simbólica. Muchos peregrinos y visitantes se persignan antes de comenzar, otros simplemente toman aire y dan su primer paso hacia lo alto.

2. La Escalinata de los Cinco Sentidos

Los primeros tramos de la escalinata están dedicados a los cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Cada sección está marcada por una fuente barroca y una capilla decorada con esculturas alegóricas.

  • En la fuente de la vista, una figura femenina observa atentamente.
  • En la del oído, un niño toca una flauta.
  • En la del tacto, unas manos exploran una textura rugosa.

A medida que se asciende, se invita al visitante a reflexionar sobre el papel de los sentidos en la conexión con el mundo físico… y su distracción del camino espiritual.

3. La Escalinata de las Virtudes

Superado el tramo de los sentidos, llegamos a la sección de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Cada una representada en una capilla decorada con columnas, esculturas y fuentes.

Este tramo suele ser menos físico, pero más introspectivo. Muchos visitantes aprovechan para descansar y contemplar el valle que comienza a desplegarse tras ellos. Desde este punto, ya se puede divisar parte de la ciudad de Braga entre la vegetación.

4. La última subida: Recta final hasta el santuario

Los últimos escalones llevan al visitante a través de un pasaje recto, flanqueado por cipreses y farolas de hierro forjado. Es el tramo más vertical, pero también el más emocionante. Al llegar a la cima, se abre ante nosotros una amplia plaza coronada por el imponente Santuario de Bom Jesus, construido en estilo neoclásico.

Muchos visitantes se detienen aquí no solo para admirar la fachada, sino para girarse y contemplar el camino recorrido: una serie perfectamente simétrica de rampas, escalinatas y fuentes que descienden entre jardines meticulosamente cuidados.

Más allá de la escalinata: Qué hacer en la cima

1. Visitar el interior de la iglesia

La iglesia de Bom Jesus es de una belleza sobria, con un altar mayor en tonos dorados y blancos. En su interior, reina una atmósfera de paz. Puedes sentarte unos minutos, hacer una oración o simplemente agradecer el esfuerzo realizado.

2. Paseo por los jardines románticos

Detrás del santuario se extienden jardines con lagos, estatuas, grutas artificiales y miradores. Es un lugar ideal para un paseo relajado o un picnic. En noviembre, las hojas caídas cubren los senderos, ofreciendo una estampa otoñal idílica.

3. El elevador hidráulico

Para los que no desean o no pueden bajar a pie, el elevador de Bom Jesus es una opción única. Construido en 1882, es el más antiguo del mundo que aún funciona con un sistema de contrapeso hidráulico. El descenso es lento, suave y ofrece vistas espectaculares del bosque circundante.

Consejos prácticos para la visita

  • Duración: La subida toma entre 30 y 50 minutos, dependiendo del ritmo y las paradas.
  • Entrada: El acceso es gratuito, tanto al santuario como a los jardines. Solo el elevador tiene un pequeño costo (alrededor de 1,50 €).
  • Cómo llegar: Desde el centro de Braga, puedes tomar un autobús (línea 2 o 88) o un taxi por unos 6-8 €. También es posible llegar en coche y dejarlo en el parking superior.
  • Horarios: El santuario está abierto todos los días. En noviembre, los horarios pueden variar, pero usualmente de 8:00 a 19:00 h.
  • Ropa: Lleva ropa cómoda, una chaqueta cortaviento, agua y, si planeas pasar la mañana entera, algo de comida ligera.

Subir para mirar dentro

La caminata hacia Bom Jesus do Monte no es simplemente una actividad turística. Es, en muchos sentidos, una invitación a mirar hacia adentro mientras se mira hacia arriba. Cada uno de los 577 peldaños no representa solo un reto físico, sino también un peldaño simbólico en el ascenso personal. A medida que uno va dejando atrás el nivel de la ciudad, del ruido cotidiano, del ritmo acelerado de la vida moderna, se adentra en un entorno donde el tiempo parece detenerse.

Cada capilla situada a lo largo del camino está estratégicamente colocada para permitir un momento de reflexión, un pequeño descanso tanto para el cuerpo como para el alma. En sus relieves de piedra, en sus fuentes silenciosas, se narran escenas bíblicas y virtudes humanas, pero también se encuentra algo más universal: el anhelo de superación, de equilibrio interior, de búsqueda de sentido. Las escaleras representan los altibajos de la vida, las dudas, las pruebas y también los instantes de claridad y esperanza. A cada paso, uno siente que no está simplemente subiendo una colina, sino acercándose a una mejor versión de sí mismo.

A principios de noviembre, cuando la naturaleza parece entrar en un suave letargo, el sendero cobra aún más significado emocional y espiritual. Las hojas caídas crujen bajo los pies, el aroma a tierra húmeda impregna el aire, y una ligera neblina puede envolver los árboles, confiriéndole al bosque una atmósfera casi mágica. No es raro encontrarse completamente solo durante algunos tramos, acompañado únicamente por el canto de los pájaros o el murmullo del agua que fluye por las fuentes barrocas. En ese silencio natural, se abre un espacio ideal para pensar, para sentir y para simplemente estar.

Ya seas creyente o no, el viaje a pie por la escalinata de Bom Jesus es una experiencia que transforma. No necesitas fe religiosa para comprender su impacto: basta con estar presente, con dejarse llevar por el ritmo pausado de la subida y con permitir que la belleza del lugar entre en contacto con tu interior. Es un ejercicio de paciencia, de humildad, y de apertura.

Y entonces, tras el esfuerzo, al llegar a la cima, al contemplar la ciudad de Braga extendiéndose como un tapiz entre las colinas, todo cobra sentido. Se respira hondo, se sonríe con la satisfacción del logro cumplido, y se comprende lo esencial: el esfuerzo valió la pena. Porque no solo llegaste a un santuario… llegaste a ti mismo. En ese momento, entre el aire fresco de la cima y la luz tenue del otoño, uno descubre que cada paso, por pequeño que parezca, puede conducir a lugares inmensos en el interior del ser.
Una experiencia así no se olvida. Se guarda, se atesora, y muchas veces, se convierte en el inicio de nuevos caminos, de nuevas búsquedas, de nuevas ascensiones.

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